Tenía que pasar, tenían que romperme el corazón en algún momento de esta nueva etapa en la que vivo sola. No creí que fuera tan pronto, no creí que fuera así.
Me desconozco, no sonrío, no hablo y tengo una vibra que ni yo tolero. ¿Con qué facilidad uno puede pasar de la más increíble felicidad a la más honda de las tristezas?
Recorro los caminos cotidianos y lloro, recuerdo las risas previas a las risas y lloro. Nada parece hacerme feliz porque me empeño en estrellarme contra ese cristal una y otra vez.
No quiero dormir sola hoy, estoy, de nuevo, en el punto de inicio de esta tristeza.
De lejos veo las opciones, las posibilidades y de mí surge una ligera sonrisa, porque eso quiero y sé que puedo llegar a ellas, porque las he vivido, de verdad, las he vivido. Es sólo que por ahora no me saben. Necesito ayuda y no hago más que hundirme dentro esa mierda pestilente que me pone a pensar en mi nada admirable capacidad para sacar lo peor de las personas.
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