domingo, 1 de enero de 2012

Presagios

Hace años lo vi de lejos y entonces lo supe. Sería para mí... en algún momento.
Las circunstancias para confirmar mis sospechas no se prestaron antes, aunque por una u otra razón nosotros coincidíamos: en la casa de mi abuela, en el carnaval, en las fiestas del pueblo, en sus calles, pero pasaron los años y yo no lograba que se percatara de mi presencia. Me resigné.
Fue en el mes de abril de este año cuando algo pasó que me vio. Estaba sentada en la entrada de esa papelería, observando nerviosa a mi alrededor, esperando llamar la atención de un hombre que me había roto el corazón. Para eso, aquel día vestí una blusa de manta blanca que descubre mi cuello y parte de mi pecho, gracias a ese escote redondo, además, el calor intenso de la primavera me obligó a amarrar por completo mi cabello, pero eso sí, con un flequito de lado.
De pronto, de entre la mucha gente que estaba frente a mí, entró y sin mediar me preguntó con esa voz pausada suya "Tu qué onda,¿quién eres?" Mis sospechas comenzaban a tomar forma. No platicamos mucho, pero lo necesario para que supiera que soy la prima de su amigo y que, por supuesto, soy la advenediza.
Esa noche mis besos y mis manos no fueron suyas, sino de aquel ingrato.
Sin embargo, desde entonces platicamos por el feis, fuimos cómplices, me conectaba sólo para encontrarlo y fantasear cómo sería el día que nos encontráramos. "Te veré y sabremos lo que nos pasa"
No lo pudimos evitar y vi de reojo el amanecer del último día del año porque sólo nos besábamos y nos seguíamos besando.

Sabía que pasaría desde la primera vez que lo vi.