Suaves, calientitas, acogedoras, todas ellas han sido para una sola persona, pero yo me he colado en cada una, escurridiza.
La primera de todas ellas, se cuece aparte pues obvio fue la mía. Ahhh en ese colchón crecí, aprendí, experimenté, aprendí, hice, deshice y volví a hacer, siempre con la misma persona, la que me acompañó durante años, con el que evolucioné de una manera que pocos, muy pocos comprenden, lo mejor del caso es que ahora lo comprendo yo.
Apartir de eso me cobijaron las sábanas de un cuarto color naranja y me iluminaron los rayitos de sol que pasaban a través de esa cortina de carrizo... y al tiempo que pasaba eso, en otra, las plantas de mis pies tocaron los tubos de la cama superior de una litera, supe entonces de los placenteros beneficios de esas camas que relaciono con los hijos de familia... como yo.
Tras una cena de supermercado entré a una que si bien no la recuerdo en sí, recuerdo el contexto: grandes cárteles de actividades culturales, un minigimnasio en casa y una vela incrustada en una botella de cristal de Coca Cola. La siguiente era tan sencilla como su dueño, sus cobijas nunca me cubrieron y él tampoco se notaba tan contento de tocarme ahí, quizá porque (según él me decía) era la casa de sus padres, pero nos toqueteábamos agusto en la otra casa, la de Santo Domingo, donde tuvimos un sexo tan intenso que...
De ahí doy un brinco enoooorme y me veo en ese cuarto de ladrillos pelones, esa cama era Queen size... maravillosa, grandota y muyyyy caliente para el frío intenso que rodeaba esa pequeña casa donde se dispersaban recortes de perióodico y se escuchaba de fondo las rolas de The Doors, tocada por un viejo LP.
La cama siguiente compartía habitación con otra que nunca fue probada por mí, era una habitación blanca y había notitas pegadas en la pared, punto de partida para otras historias que luego serían bien remuneradas..
La siguiente ... la siguiente fue esa que por un tiempo creí mía también. La primera vez que entré no pude evitar fisgonear en las fotos, su madre, sus hermanos y él, siempre él. Tenía también algunas ampliaciones de las que consideraba sus mejores imágenes, ambas de insectos. Su lap y su monitor no podrían faltar.
Su cama me acogió varias noches, sus cobijas me cubrieron junto con sus piernas. Sobre esa cama vivimos el más delcioso de los encuentros, sobre esa cama hice el amor después de mucho tiempo, pero también sobre esa cama se enfrió todo... sobre esa cama nos dimos la espalda. Esa sin duda será la que más extrañe de todas, no por que sea reciente, sino porque por primera vez, construí sobre ella una idea: la de quedarme entre sus cobijas por siempre.
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1 comentario:
un post estupidamente cursi=malditas hormonas! jajajaja
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